En otros tiempos había una ciudad. En esa ciudad había un perro. El perro estaba sucio. Se alimentaba de la basura amontonada en las calles estrechas. El perro comía mientras llovía, ve un hombre y una niña. La niña llora y grita, el hombre le hace daño. El perro sucio es el único que observa. El perro se acerca, se pone en medio y el hombre le atiza.
El perro lobo tiene hambre. La pieza que cazó sigue entera. El olor a comida de la ciudad le alcanza. El perro lobo se acerca a la ciudad. Un niño grita, un hombre está en el suelo y un perro está cerca. El perro lobo ataca. El hombre muere. La gente se acerca. El perro lobo ataca, el perro callejero protege al niño. La gente aparta al perro y acarician al lobo. La gente quiere matar al perro. El niño habla, grita, chilla, explica que el perro era bueno. La gente no escucha, es un niño. La gente se lleva al perro, lo atan a un árbol y lo dejan morir. La gente hace una estatua, en memoria del perro lobo que salvó al niño.
En la ciudad el ermitaño vive apartado. Se retiró a una vieja casa en el camino. Una casa donde medita, una casa en la que atiende a los que viajan, una casa donde encontrar su espíritu. En la ciudad el nuevo sacerdote está en camino. Una niña se cruza con él. La niña baja por el camino y un ermitaño la ve. El ermitaño cura sus heridas. La lleva a la ciudad. El ermitaño pide ayuda. La gente le ve, ve las heridas de la niña. La niña aun llora, su ropa está rota y sucia, su pelo alborotado. La gente observa al ermitaño, ese que vive solo en el camino y esta sucio. El ermitaño está sucio de trabajar en la huerta.
El sacerdote llega a la ciudad. Se acerca ala gente pidiendo dinero a cambio de salvación. A la pescadera le dice que perdonarán sus pecados si hace una donación. La lavandera le lava sus ropas. El sacerdote abre la mano, y la lavandera le da dinero para su salvación. El sacerdote camina por la ciudad, la gente le saluda con respeto y admiración, el sacerdote abre la mano. Una niña ve al sacerdote, su ropa está sucia. La gente está colgando al ermitaño. El ermitaño loco gritan. La niña señala al sacerdote, grita, chilla, intenta quitar la cuerda, intenta explicar. La gente no escucha, es una niña.
El sacerdote camina por la ciudad. La gente le besa los pies, el abre la mano. La pescadera riñe a su hijo, "pórtate bien o el ermitaño vendrá a por ti". La niña lo oye. El sacerdote pasa a su lado. Al final de la calle, otra niña se cruza con él. A su espalda hay una estatua, una piedra que lanzó un niño se rompe al chocar con ella. La niña da la espalda al sacerdote, cargando su capazo, camina por la ciudad.
Hacía tiempo que no escribía un mini relato. Se que no es gran cosa y que la historia ni es original ni está bien escrita. Por si preguntáis, lo de contarlo con frases cortas está echo aposta.
La historia me vino a la cabeza al recordar a los perros callejeros que matan en las perreras por atacar a alguien aunque ese alguien les diera una somanta palos (una paliza) y en como la gente antes llamaba a las personas que vivían apartadas bruja o loco mientras dejaban que los curas tocarán a sus hijos (y que todavía al gente no aprenda y siga pasando, manda huevos...).
La historia me vino a la cabeza al recordar a los perros callejeros que matan en las perreras por atacar a alguien aunque ese alguien les diera una somanta palos (una paliza) y en como la gente antes llamaba a las personas que vivían apartadas bruja o loco mientras dejaban que los curas tocarán a sus hijos (y que todavía al gente no aprenda y siga pasando, manda huevos...).
Espero que al menos os entretuviese unos minutos. Cuando lo leáis procurad imaginar la situación, una ciudad pequeña de calles estrechas sin alcantarillado, con gente que aun viste con cuatro o cinco harapos que usan casi cada día porque no necesitan más, y sin "sonido".
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